sábado, octubre 21, 2006

El ataque de los medidores de cráneos

Al hilo de un post anterior pienso que hace más de 50 años un tipo con bigotes y ropa que hoy consideraríamos ridícula podía decir en medio de una fiesta "los indios son una raza inferior". A nadie incomodaría ese comentario. Nadie pensaría en ese caballero como un racista, sino como una persona muy bien informada. Y es que la creencia en las razas inferiores y superiores pronto alcanzó un aparato "cientifico" que suministró las explicaciones satisfactorias que requerían hechos consumados como el segundo colonialismo europeo. De esa forma, el darwinismo y la selección de las especies —mediante un salto acrobático que hoy tendríamos que ver para creer— pasó de ser un elemento explicativo fundamental de la Historia Natural a adoptar la posición de argumento y última palabra moral que apuntalaba la política conquistadora de las potencias europeas del siglo XIX hacia a otros pueblos en desventaja tecnológica. El mundo era una cancha estrecha y todos querían meter gol.

Hoy, a una distancia suficiente de esos días, me cuesta trabajo imaginar la clase de supercherías cientificas que apoyaron el ideario supremacista en una época en que era necesario justificar lo injustificable.

Pero siempre ha habido personas necesitadas del calor producido por un buen argumento ad hoc, máxime si ese argumento avala situaciones insostenibles en pleno siglo XXI, como la exclusión de grupos raciales dentro del país de uno. Por supuesto ahora ya no hablamos de razas, sino de etnias, que es mucho más aceptable, políticamente correcto y da menos vergüenza comentarlo en público. Y ahí es donde yo quiero llegar, los tipos que antes despreciaban racialmente, por ejemplo, a los aymaras, hoy siguen despreciando a los aymaras. 100% producto de 180 años de república criolla en Perú, Bolivia, Chile... En efecto, hoy se sigue despreciando a los aymaras pero no es lindo ser racista, es mucho mejor el argumentario huntingtoniano del Choque de Civilizacioes. Ahora se puede ser discriminador cultural sin ningún cargo de conciencia.

Al igual que por los años 1930, ahora podemos sustentarnos en nuestras propias supercherías seudocientíficas de las que alguien se reirá a carcajadas dentro de 100 años. Ahora ya no medimos cráneos ni ángulos faciales. Ahora decimos cosas como estas:

[...] Una de las argucias aymaras para esto es relativa a la lengua. El aymara, al igual que otras lenguas y dialectos anclados en un desarrollo agrario sometido al misticismo naturalista, carece de diferenciación de pasado y presente. Sólo existe el futuro y el no-futuro. Y esa tara cultural es vista por los “nuevos descubridores” como un signo de ese telúrico don para configurar una convivencia feliz en este mundo. Sin embargo, a lo único que lleva esa indiferenciación entre pasado y presente es a la incapacidad para avanzar, para percibir lo que permanece y lo que no, para inventar, para renovar, para romper lo obsoleto o mantenerlo si funciona y, gradualmente, conformar avances técnicos y sociales que mejoren la condición humana. Ni más ni menos. [...]



En América Latina nunca ha hecho falta un motivo sofisticado para recelar, odiar y aplastar al hombre indígena. Los indios hemos entrado siempre en el rubro de los recursos naturales: nuestro gas, nuestro cobre, nuestro guano... y nuestros indios. Los indios somos interesantes hasta el preciso momento en que dejamos de ser attrezzo turístico y carne de antropólogos y ONGs, instante en que nos convertimos en peligrosos elementos subversivos capaces de destruir la civilización. En resumen, cuando no estamos en las postales, estamos en el malón. No existe el concepto del indio-persona, sino el del indio-mascota o el indio-fiera. Por eso es tan fácil ir a medirle el craneo al indio o escribir sandeces como la citada más arriba.

Escribo este artículo, precisamente, al calor de las posibles supercherías que los midecráneos de nuestro siglo pueden aventurar, sin encomendarse a Dios ni al diablo, teniendo en cuenta que la inversión de la metáfora temporal en lengua aymara es una noticia reciente y fértil terreno para las conclusiones instantaneas listas para usar en fiestas y eventos sociales.

¿Por qué digo esto? Bueno, es evidente que muchas voces ideológicamente dirigidas, sin mayor reflexión o documentación al respecto, no se han demorado en llegar a conclusiones muy livianas pero también muy convenientes para la renovación del discurso secular antiindio, en general, y antiaymara, en particular. Como muestra, el ya citado texto de J.S. Rubio quiere sacar en claro algunas ideas novedosas. A saber:
  • Los aymaras, y por extensión sus fuerzas políticas, supondrían la tiranía, el atraso y todo el cúmulo de males que el lector bien sintonizado pueda imaginar.
  • Es más, toda innovación o avance sería im-po-si-ble en el hombre aymara porque éste se encontraría lastrado por una tara: no saber distinguir el pasado del presente ni diferenciar lo que permanece y lo que no (sic), cosa que estaría cientificamente avalada por pruebas apabullantes.
  • Una de estas pruebas irrebatibles sería que el idioma aymara carece de diferenciación de pasado y presente (sic). Profundizo: la oposición primaria del sistema de tiempos verbales aymara es la que se da entre los TIEMPOS de futuro y TIEMPOS de no-futuro.
Con el reciente trabajo de Núñez y Sweetser, Rubio podría añadir otra prueba al arsenal ideológico del club de los midecráneos. Ésta es el uso de metáforas espaciales del tiempo, que colocan el futuro a la espalda, totalmente inversas a la metáfora occidental, que lo coloca al frente. No le sería difícil concluir sin duda que los aymaras mirarían constantemente al pasado y no al progreso, lo cual los convertiría no sólo en seres atrasados sino que justificaría el atraso como algo consustancial a ellos, a lo cual tienden y que probablemente debe poco o nada a factores externos. Esto, aún suponiendo una gran formulación discursiva, no tiene nada de novedoso: los aymaras no estarían atrasados, sino que son el atraso en sí. Compárese esto con expresiones célebres como "el problema del indio", que aún se sigue usando en el Perú, que supone implicitamente que el indio ES un problema (para la sociedad -blanca, entiendase- ) y no que sufre un problema.

Pero ¿tiene realmente sentido este argumentario? ¿Qué diferencia hay entre un midecráneos de la vieja guardia : "Ud. está atrasado porque su ángulo facial es demasiado agudo" y un liberal moderno: "Ud. está atrasado porque en su idioma es importante la oposición entre tiempos de futuro y no-futuro"? Parece absurdo que a mí, como aymara, venga un adorable caballero a decirme que los problemas socioeconómicos de mis markamasis se deben a que hablamos el idioma equivocado. Sólo puedo tomarlo como un insulto a mi inteligencia. Sin embargo esto es lo nuevo (=idioma incorrecto) que viene a sustituir a los viejos postulados netamente racialistas (=raza incorrecta) que hasta el Sr. Rubio se avergonzaria de sostener, aunque comprobamos que no se avergüenza de poner en negro sobre blanco opiniones totalmente indocumentadas sobre la lengua aymara[1], a la par que oficia de lingüista y de antropólogo agitar-antes-de-usar. Me gustaría resaltar que, para sostener opiniones como estas, es necesario dar por efectiva la Hipótesis Fuerte de Sapir-Whorf, cosa que ningún científico social de nuestros días hará si estima en algo su credibilidad.

No sólo eso, ¿alguien cree realmente y sinceramente que un aymara no es capaz de distinguir entre algo ocurrido ayer y algo acontecido hoy por el solo hecho de que utlice en ambos casos el mismo tiempo verbal? (esto último, además, es una patraña). Y ¿trasladar eso a entidades más abstractas como la habilidad para el progreso?¿hay ahí honestidad intelectual o pura aversión sublimada?¿cuanto de eso es una argumentación sincera y no una simple consigna?¿creerán los mismos midecráneos lo que dicen?

La próxima vez que a Ud. le hablen de que el indio es la causa del atraso de su país, tenga cuidado y sujétese el sombrero: su interlocutor podría estar intentando medirle el craneo, sabe Dios con qué propósito.

-- Martín Arocondori, Octubre de 2006

Notas:

[1] Es falso que el pasado y el presente formen un bloque pétreo en aymara. Una ligera lectura del capítulo VII del Compendio de Hardman, Yapita y Vásquez evidenciará que existen distintos tiempos de pretérito y formas de marcar el presente en curso con sufijos como -ask, así como la desambigüacion que produce el contexto y permite situar con precisión los acontecimientos en el tiempo.

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jueves, julio 20, 2006

Kullakita

He encontrado este clásico de Awatiñas en YouTube. Por cierto, en aymara, kullaka significa hermana, por tanto kullakita ¿qué significa?... efectivamente, hermanita.


Jilatanaka kullakitanaka
Mapita sartasiñani
Ma suma jach'a urutaki

Kullakitanaka jilatanaka
Taqpachan sartasiñani
Kullakitanaka jilatanaka
Taqpachan sartasiñani
Kjaranakasan armasimti
Jiwas aymar markasanta
Kjaranakasan armasimti
Juwas aymar markasanta
Mapita sartasiñani
Mä suma jach'a urutaki

lunes, julio 03, 2006

Retroceder al futuro

El idioma y la gestualidad aymaras indican una visión opuesta del tiempo

Pidamos a un aymara que "enfrente el pasado" y lo mínimo que podemos esperar como respuesta es una mirada perpleja, puesto que es eso lo que ya suele hacer.

Nuevas investigaciones sobre la lengua y la gestualidad de la nación amerindia de los aymaras de Sudamérica sugieren un concepto del tiempo contrario al occidental.

Inversión de los términos

Al contrario de lo que se consideraba un universal cognitivo entre los seres humanos - una metáfora espacial del tiempo basada en la orientación y locomoción de nuestros cuerpos, que situa el futuro adelante de uno y el pasado detrás - la etnia indígena en cuestión invierte los términos de esta abstracción: el pasado está adelante y el futuro queda atrás.

El estudio que ha sido publicado en la revista Cognitive Science, está firmado por la catedrática de lingüística de Berkeley, Eve Sweetser, y por Rafael Núñez, profesor asociado de Ciencia de la Cognición y director del Laboratorio de Expresión de la Cognición de la Universidad de California, San Diego.

"Hasta ahora, todas las culturas e idiomas estudiados - de los europeos y los polinésicos al chino, japonés bantú y otros - no solo han caracterizado el tiempo con propiedades del espacio sino que han atribuido al futuro una posición en el mismo como si se encontrara delante del hablante y el pasado detrás. El caso del aymara es el primero documentado que se aparta de este modelo típico," sostiene Núñez.

Un idioma singular

El idioma de los aymaras, un pueblo que habita en las altiplanicies de los Andes de Bolivia, el Perú y Chile, llama la atención de los occidentales desde los primeros días de la conquista española. Un jesuíta escribía a principios del siglo XVII que el aymara era particularmente util para la plasmación de ideas abstractas. Asimismo, en el siglo XIX alcanzó el sobrenombre de "idioma de Adán". Más recientemente Umberto Eco alabó su capacidad para formar neologismos y han tenido lugar intentos contemporáneos de aprovechar en aplicaciones informáticas la llamada "lógica andina", que añade un tercer valor al sistema binario convencional [verdadero/falso], [sí/no].

Sin embargo, afirma Núñez, nadie hasta ahora habia detallado la "configuración metafórica del tiempo radicalmente distinta" del aymara - un concepto super fundamental que, a diferencia de la idea de "democracia", sostiene, no provendría de la educación formal y no es un producto obvio de la cultura

Núñez tuvo los primeros indicios de la diferencia entre "pensar en" aymara y en español cuando viajaba como autoestopista por los Andes en su época de estudiante universiario a principios de los años 1980. Volvió a recoger datos más de una década después.

Horas de conversaciones

Para el estudio, Núñez recogió unas 20 horas de conversaciones con 30 adultos aymaras del norte de Chile. Los sujetos voluntarios iban desde un hablante monolingüe de aymara hasta hablantes monolingües de español con una mayoria de bilingües aymara/español (como el grueso de la población) cuya habilidad cubría un amplio abanico de grados de competencia en ambas lenguas e incluían al habla creole conocida como castellano andino.

Las entrevistas grabadas en video se planificaron para que incluyesen discusiones sobre hechos pasados y futuros. Se esperaba que estas discusiones permitirían obtener las expresiones referentes al "pasado" y al "futuro" así como la gestualidad inconsciente que acompaña buena parte del habla humana y que representa las metáforas usadas.

Exteriormente, los indicios lingüísticos parecen claros: el idioma aymara utiliza "nayra", la palabra que significa "ojo", "frente" o "vista", para referirse al pasado, mientras que utiliza "qhipa", que significa "atrás" o "detrás", para referirse al futuro. Así, por ejemplo, la expresión "nayra mara" - que significa "año pasado" - reza literalmente "año adelante".

Pero, según los investigadores, el análisis lingüístico no abarcaría toda la explicación.

Tomemos un idioma "exótico" como el inglés: se puede usar la palabra "ahead" (adelante) como indicativo de un momento anterior en el tiempo, diciendo por ejemplo "we are at 20 minutes ahead of 1 p.m." (estamos a 20 minutos de la 1 p.m.) queriendo decir que son las 12:40 a.m. Basándose en este único ejemplo, un lingüista de Marte podría concluir justificadamente que los anglohablantes, como los aymaras, ponen el pasado adelante.

También hay en inglés expresiones ambiguas como "wednesday's meeting was moved forward two days" (la reunión del miercoles se adelantó/pospuso dos días). ¿Cae finalmente la reunión en viernes o en lunes? Grosso modo, la mitad de los anglohablantes preguntados se decantan por lo primero y, la otra mitad, por lo segundo. Y resulta que ello depende de si el hablante se concibe a sí mismo en movimiento con relación al tiempo o de si, por el contrario, es el tiempo el que se mueve. Ambas ideas son aceptables en inglés y completamente gramaticales, como ilustran las expresiones "we are coming to the end of the year" (nos acercamos a final del año) y "the end of the year is approaching" (el fin de año se acerca).

¿Qué revelan los gestos?

El análisis de los gestos ha puesto de manifiesto que los aymaras, especialmente los de más avanzada edad que no son capaces de manejar un español gramaticalmente correcto, indican un espacio detrás de ellos cuando hablan del futuro - apuntando directamente con el dedo o por encima del hombro - e indican un espacio delante de sí mismos al hablar del pasado - con sus manos y brazos más próximos al cuerpo para el presente o el pasado cercano y separados hasta toda la longitud del brazo para épocas antiguas. En otras palabras, usan gestos idénticos a los que estamos acostumbrados pero exactamente al revés.

"Estos hallazgos sugieren que la cognición de abstracciones tan cotidianas como el tiempo es en parte un fenómeno cultural", dice Núñez. "El hecho de que vertebremos el tiempo en torno a un eje antero-posterior, manejando el futuro y el pasado como si fuesen lugares adelante y atrás, es algo que viene fuertemente influido por la forma en que nos desplazamos, por nuestra morfología dorsoventral, por nuestra visión binocular frontal, etc. Si, en última instancia, nosotros hubiésemos sido criaturas parecidas a amebas, no habríamos tenido forma de dar lugar a estos conceptos."

"Pero el contraejemplo aymara evidencia que hay lugar para la variación cultural. Con los mismos cuerpos, la misma neuroanatomía, neurotransmisores, etc. nos encontramos con un concepto básico que es completamente diferente", afirmó.

Privilegiar lo ocular

El porqué, no obstante, no está tan claro. Según Núñez y Sweetser, podría deberse a que el idioma aymara da gran importancia al hecho de si un acontecimiento o acción ha sido presenciado o no por el hablante.

Una sencilla afirmación no verificada como "En 1492, Colón surcó el azul del mar" no es posible en aymara. La frase necesariamente tendria que especificar también si el hablante es testigo ocular del hecho o solo refiere algo que le han contado.

En una civilización que privilegia la distinción entre lo visto/no-visto y lo conocido/desconocido hasta tal punto que dispone una trama de requisitos "evidenciales" profundamente inscritos en su idioma, tiene sentido situar metafóricamente el pasado conocido delante, a la vista del hablante, y el futuro desconocido e incognoscible a la espalda.

Aunque eso podría ser una explicación inicial (y, en línea con lo observado, los investigadores escriben que "a menudo los aymaras más ancianos se niegan simplemente a hablar sobre el futuro argumentando que sobre éste nada puede decirse que sea percibible, comprobable o pueda razonarse sobre él sin conjeturar") no es suficiente porque otras culturas hacen tambien uso de sistemas semejantes de evidencialidad y sin embargo situan el futuro adelante.

Por otro lado, las consecuencias pueden haber sido hondas. Esta diferencia cultural y lingüísticocognitiva, según Núñez, podría haber contribuido al desprecio de los conquistadores hacia los aymaras como inmovilistas sin interés en el progreso "hacia adelante" (1).

La pérdida de la aymaridad del tiempo

Mientras que no peligra el futuro del idioma aymara (2) (cuenta con entre dos y tres millones de hablantes), su particular forma de concebir el tiempo parece en retroceso, al menos en el norte de Chile.

Los sujetos más jóvenes del estudio, aymaras con buena competencia en español, presentaron una gestualidad convencional. Pareciera que han reorientado su forma de pensar. Ahora, junto con el resto del mundo, tienen el pasado a sus espaldas y miran de frente al futuro.

-- Traducido por Martín Arocondori de un artículo de Inga Kiderra

Notas:

(1) Parece cuando menos inexacto presentar a los aymaras como inmovilistas y a los conquistadores como progresistas, máxime cuando los castellanos de la época de la conquista venían eran tributarios de un pensamiento que, incluso entre los intelectuales, no acababa de salir de la Edad Media. El concepto de progreso se lo debemos a la Ilustración y al siglo de la razón, bastante distantes de la ferrea brutalidad de los conquistadores que Ronald Wright califica de "forajidos del Renacimiento". [Nota del traductor]

(2) La afirmación de que la lengua aymara no está amenazada es bastante sorprendente y contrasta con la opinión de los principales expertos. [Nota del traductor]

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