En el altiplano boliviano, indígenas radicales aspiran a la vuelta a la edad de oro de su civilización. Mediante la lucha política o las armas, los partidarios del Movimiento Indígena Pachakuti están dispuestos a reconquistar su pasado.
Achacachi, a orillas del lago Titicaca, es el templo del silencio. Ningún sonido, ningún ruido parece escapar, aún en pleno día, de esta gran población polvorienta, en el lago navegable más alto del mundo, a 4.000 metros de altitud. Excepto, a veces, cuando un microbús se descuelga por una calle de tierra hacia La Paz, la capital administrativa de Bolivia, a dos horas de carretera. Rodeado por cumbres nevadas que desafian al cielo, Achacachi queda anegado por el frío de las noches, por el sol durante el día, y a menudo es azotado por las crueles tormentas andinas. Incluso el mercado, rodeado de construcciones de ladrillo desnudo sin encanto, está cubierto por el silencio. Sentadas en el suelo, las mujeres indias esperan en una calma inmóvil a los raros clientes que vienen a comprar sus frutas, sus patatas o sus hojas de coca.
Achacachi está en el centro de la civilización de los indios aymara, en el altiplano, la meseta andina que separa el occidente de Bolivia del sureste de Perú. En torno al año mil, durante doscientos años aproximadamente, el imperio aymara de Tiwanaku conoció su edad de oro y su mayor extensión geográfica hasta el Pacífico y el norte del actual Chile y de Argentina. El imperio a continuación se hundió, quizá a raíz de un largo período de sequía, rompiéndose en pequeños "reinos aymaras", que más tarde serían absorbidos por los incas venidos del Cusco, el "ombligo del mundo". La región del Altiplano se convierte entonces en el Collasuyo, la región sur del Tawantinsuyu, el imperio inca "de las cuatro partes". Éste a su vez se desintegrará por la conquista española por parte de Pizarro y su puñado de aventureros buscafortunas, a principios del siglo XVI.
En la actualidad, en Achacachi y sus alrededores, los indios sueñan con la reconquista y el retorno al Collasuyo, con empujar a los descendientes de Pizarro al mar. "seguro, muchos deben marcharse, particularmente del occidente de Bolivia: allí ellos no son indígenas, por lo tanto no son Bolivianos": Eugenio Rojas es el joven alcalde de Achacachi. En enero, accedió a la municipalidad junto con cinco concejales del MIP, el Movimiento Indígena Pachakuti, uno de los partidos "indios" extremistas de Bolivia que cuenta también, desde 2002, con seis diputados en La Paz. En lengua aymara, "pachakuti" significa que "el tiempo vuelve atrás", que el pasado está de regreso. "Luchamos contra una sociedad que usurpó nuestros territorios, nuestra cultura, nuestros conocimientos, una sociedad descompuesta que chupa la sangre de los indígenas. La forma de pensamiento andino es al contrario que la forma de pensamiento occidental, que sólo genera corrupción, latrocinio, mentira, egoísmo, individualismo... "
En el verano de 2000, una serie de movimientos sociales paralizan el país. Detrás del MIP, los aymara de la región del lago Titicaca están a la vanguardia de las manifestaciones y participan durante quince días en un bloqueo total de La Paz. Posteriormente Bolivia se seguirá agitando. A principios de junio de 2005 el Presidente Carlos Mesa dimitió después de producirse nuevos movimientos sociales. Había sucedido a Gonzalo Sánchez de Lozada, que había huido precipitadamente del país en octubre de 2003 después de haber reprimido violentamente otras manifestaciones. El MIP fue bastante poco visible en las últimas huelgas de mayo-junio, lo que hace afirmar a algunos que el "indianismo" radical estaría perdiendo fuelle. "En octubre de 2003 vencimos a Goni (Sánchez de Lozada, nota) pero no pudimos vencer completamente al sistema", asegura Eugenio Rojas."No estamos perdiendo influencia, si no no habríamos conseguido este resultado en las elecciones municipales. Pero la revolución que preparamos, y que es la única salida, debe planearse cuidadosamente y organizarse."
"Nuestro brazo armado está listo"
De complexión fuerte y compacta, Felipe Quispe, el fundador del MIP y autoproclamado "Mallku" ("la autoridad", el jefe, en aymara), no dice otra cosa en su oficina de La Paz, delante de algunas hojas de coca: "Llegaremos al poder, sólo es una cuestión de tiempo.Tenemos dos vías: la de las urnas, la de los poderes constituidos. Pero también la de la violencia. Nuestro brazo armado está listo, puede pasar en cualquier momento a la acción". El MIP ha recubierto con la lucha de las naciones la lucha de las clases: "Queremos volver de nuevo a un sistema que prohíbe toda propiedad privada", indica Eugenio Rojas."Debe redistribuirse la tierra cada diez años, como lo manda la tradición india. En la ciudad, la propiedad de los servicios públicos, como el agua o la electricidad, debe también estar en manos de los usuarios". Felipe Quispe insiste: "Hay dos Bolivias. Aquella que es proprietaria de los bancos, de las tierras, de las fábricas. Y otra Bolivia clandestina que está conspirando. Es la nación indígena. En 1825 (fecha de la independencia), los Criollos (descendientes de los españoles) fundaron Bolivia sobre una patria ancestral que es la nuestra. Pero de Bolívar a Carlos Mesa hay sólo usurpadores, "arrendatarios" que, además, suministraron nuestros recursos naturales a los imperialistas. Debemos liberarnos. Hacer referencia al antiguo Collasuyo no es volver de nuevo a la edad prehispánica, es pensar que el ejemplo para el futuro está aquí: dentro dentro de nosotros. Los Indios deben unirse. Estamos abiertos también a la nación quechua (los indios del imperio inca). Hay también blancos que tienen una manera de pensar india, pero los otros deben irse".
A 62 años, Felipe Quispe ya tiene detrás un largo pasado de activista "indio". Cumplió en los años 90 cinco años de prisión como responsable del EGTK, el Ejército Guerrillero Túpac Katari, luego desaparecido. Túpac Katari, es la versión india, en masculino, de la Juana de Arco francesa, con sus lastres de nacionalismo mitológico. Venido de las orillas del lago Titicaca, Túpac Katari sobrenombre de Julián Apaza organiza en 1781, con algunas decenas de millares de hombres, el sitio de La Paz (K' ili K' ili, pour les Aymaras) contra los Españoles. En esa época, Bolivia aún no es más que el "Alto Perú", una dependencia del virreinato de los descendientes de Pizarro. Es capturado pierde la batalla y después de una traición es descuartizado en público. Se distribuyen sus miembros a los cuatro confines del ex-collasuyo. Su brazo izquierdo vuelve de nuevo a Achacachi. Antes de morir, Túpac Katari, según la leyenda, habría pronunciado estas palabras, que se han convertido en el lema del nacionalismo indio del altiplano: "sólo me matarán, pero mañana volveré de nuevo y seré millones."
Dos siglos más tarde, Felipe Quispe sueña con movilizar a esos "millones". Ve a Bolivia en blanco y negro, más exactamente en blanco y "color cobre" (cobrizo), el color de piel que reivindican los indios radicales. Bolivia es india y sobre todo mestiza. Desde hace quinientos años se mezclan los pueblos blanco, aymara, quechua y otros. Según el censo de 2001, el único que tuvo en cuenta las cuestiones étnicas, el 62% de la población se autodefine como de origen indio: aymaras (31 %), quechuas (25 %), guaraníes... Y, en este país a las desigualdades sociales obvias se superponen a menudo las derivadas de los orígenes étnicos. Un reciente informe del Banco Mundial, muy detallado, considera que, aun teniendo los indios bolivianos mayor acceso estos últimos diez años a los sistemas de salud y educación, las tasas de pobreza no disminuyeron. Los redactores del informe, sin embargo, no explican a partir de qué nivel de mestizaje consideran a los Bolivianos como "indígenas".
A una media hora de Achacachi por una carretera impracticable, pero siempre en el mismo municipio, el pueblo de Huarisata se extiende sobre los primeros contrafuertes de la Cordillera Real. Casas de piedra y adobe, calles de polvo y tierra. Y una escuela normal, 250 alumnos, donde los futuros profesores son formados para enseñar a la vez el español y el aymara en Bolivia, la educación es bilingüe. "La educación es uno de los instrumentos de nuestra libertad. A través de la escuela, los indios tienen finalmente derecho a pensar y hablar", explican Ricardo, uno de los profesores."A la entrada de la escuela, un fresco representa la wiphala, la bandera india, un tablero de cuarenta y nueve pequeños cuadrados con los colores del arco iris. El rojo para el planeta Tierra (aka pacha); la yema de huevo para la energía y la fuerza (ch' ama pacha), el azul para el cosmos y el infinito (araxa pacha)... "queremos nuestra bandera, nuestros símbolos, nuestro Presidente, nuestro sistema de educación, nuestro ejército, nuestra policía, nuestra justicia", dice Felipe Quispe.
En Ecuador y Perú también
La justicia comunitaria india se resume en un "código penal" que ocupa menos de una línea: "no seas ladrón, no mientas, no seas flojo." Tiene el mérito de la simplicidad. El alcalde de la ciudad de Ayo Ayo, a orillas del lago, fue linchado y quemado hace un año por parte de sus administrados, mientras el Tribunal supremo boliviano acababa de librarlo de los cargos de corrupción. Su cuerpo se encontró, calcinado... ante un monumento en honor de Túpac Katari. Dos meses antes de este asesinato, en Ilave, en Perú, en la misma región del borde del lago, a una cincuentena de kilómetros de Ayo Ayo, el alcalde había corrido la misma suerte.
En la zona del lago, el MIP boliviano acapara alrededor del 20% de los votos. El nacionalismo indio no es anecdótico. Así, en Ecuador, en el antiguo Tawantinsuyu , en enero de 2000, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), cercana a gente como Felipe Quispe, apoyó la tentativa de golpe de Estado del coronel Lucio Gutiérrez. En el Perú, en enero de 2005, el Movimiento Etnocacerista intentó, con sus reservistas armados, tomar la ciudad de Andahuaylas, en la zona del lago, para derrocar al Presidente Toledo. Esta rebelión se proclama a la vez heredera del general Cáceres, ex héroe de la guerra contra Chile a finales del siglo XIX, y del nacionalismo indio: "Es necesario volver la mirada hacia el Perú del pasado. Reivindicamos la raza cobriza, la raza de cobre". Ecuador, Perú, Bolivia: estos movimientos, estos partidos políticos, cada vez más influyentes, no tienen aún relaciones orgánicas, aunque se frecuentan. Este templo del silencio es el próximo volcán quizá político y social de América Latina.
-- Traducido por Martín Arocondori del texto original de Jean-Hébert Armengaud "Le rêve de l'empire aymara"
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