Hoy, a una distancia suficiente de esos días, me cuesta trabajo imaginar la clase de supercherías cientificas que apoyaron el ideario supremacista en una época en que era necesario justificar lo injustificable.
Pero siempre ha habido personas necesitadas del calor producido por un buen argumento ad hoc, máxime si ese argumento avala situaciones insostenibles en pleno siglo XXI, como la exclusión de grupos raciales dentro del país de uno. Por supuesto ahora ya no hablamos de razas, sino de etnias, que es mucho más aceptable, políticamente correcto y da menos vergüenza comentarlo en público. Y ahí es donde yo quiero llegar, los tipos que antes despreciaban racialmente, por ejemplo, a los aymaras, hoy siguen despreciando a los aymaras. 100% producto de 180 años de república criolla en Perú, Bolivia, Chile... En efecto, hoy se sigue despreciando a los aymaras pero no es lindo ser racista, es mucho mejor el argumentario huntingtoniano del Choque de Civilizacioes. Ahora se puede ser discriminador cultural sin ningún cargo de conciencia.
Al igual que por los años 1930, ahora podemos sustentarnos en nuestras propias supercherías seudocientíficas de las que alguien se reirá a carcajadas dentro de 100 años. Ahora ya no medimos cráneos ni ángulos faciales. Ahora decimos cosas como estas:
[...] Una de las argucias aymaras para esto es relativa a la lengua. El aymara, al igual que otras lenguas y dialectos anclados en un desarrollo agrario sometido al misticismo naturalista, carece de diferenciación de pasado y presente. Sólo existe el futuro y el no-futuro. Y esa tara cultural es vista por los “nuevos descubridores” como un signo de ese telúrico don para configurar una convivencia feliz en este mundo. Sin embargo, a lo único que lleva esa indiferenciación entre pasado y presente es a la incapacidad para avanzar, para percibir lo que permanece y lo que no, para inventar, para renovar, para romper lo obsoleto o mantenerlo si funciona y, gradualmente, conformar avances técnicos y sociales que mejoren la condición humana. Ni más ni menos. [...]
En América Latina nunca ha hecho falta un motivo sofisticado para recelar, odiar y aplastar al hombre indígena. Los indios hemos entrado siempre en el rubro de los recursos naturales: nuestro gas, nuestro cobre, nuestro guano... y nuestros indios. Los indios somos interesantes hasta el preciso momento en que dejamos de ser attrezzo turístico y carne de antropólogos y ONGs, instante en que nos convertimos en peligrosos elementos subversivos capaces de destruir la civilización. En resumen, cuando no estamos en las postales, estamos en el malón. No existe el concepto del indio-persona, sino el del indio-mascota o el indio-fiera. Por eso es tan fácil ir a medirle el craneo al indio o escribir sandeces como la citada más arriba.
Escribo este artículo, precisamente, al calor de las posibles supercherías que los midecráneos de nuestro siglo pueden aventurar, sin encomendarse a Dios ni al diablo, teniendo en cuenta que la inversión de la metáfora temporal en lengua aymara es una noticia reciente y fértil terreno para las conclusiones instantaneas listas para usar en fiestas y eventos sociales.
¿Por qué digo esto? Bueno, es evidente que muchas voces ideológicamente dirigidas, sin mayor reflexión o documentación al respecto, no se han demorado en llegar a conclusiones muy livianas pero también muy convenientes para la renovación del discurso secular antiindio, en general, y antiaymara, en particular. Como muestra, el ya citado texto de J.S. Rubio quiere sacar en claro algunas ideas novedosas. A saber:
- Los aymaras, y por extensión sus fuerzas políticas, supondrían la tiranía, el atraso y todo el cúmulo de males que el lector bien sintonizado pueda imaginar.
- Es más, toda innovación o avance sería im-po-si-ble en el hombre aymara porque éste se encontraría lastrado por una tara: no saber distinguir el pasado del presente ni diferenciar lo que permanece y lo que no (sic), cosa que estaría cientificamente avalada por pruebas apabullantes.
- Una de estas pruebas irrebatibles sería que el idioma aymara carece de diferenciación de pasado y presente (sic). Profundizo: la oposición primaria del sistema de tiempos verbales aymara es la que se da entre los TIEMPOS de futuro y TIEMPOS de no-futuro.
Pero ¿tiene realmente sentido este argumentario? ¿Qué diferencia hay entre un midecráneos de la vieja guardia : "Ud. está atrasado porque su ángulo facial es demasiado agudo" y un liberal moderno: "Ud. está atrasado porque en su idioma es importante la oposición entre tiempos de futuro y no-futuro"? Parece absurdo que a mí, como aymara, venga un adorable caballero a decirme que los problemas socioeconómicos de mis markamasis se deben a que hablamos el idioma equivocado. Sólo puedo tomarlo como un insulto a mi inteligencia. Sin embargo esto es lo nuevo (=idioma incorrecto) que viene a sustituir a los viejos postulados netamente racialistas (=raza incorrecta) que hasta el Sr. Rubio se avergonzaria de sostener, aunque comprobamos que no se avergüenza de poner en negro sobre blanco opiniones totalmente indocumentadas sobre la lengua aymara[1], a la par que oficia de lingüista y de antropólogo agitar-antes-de-usar. Me gustaría resaltar que, para sostener opiniones como estas, es necesario dar por efectiva la Hipótesis Fuerte de Sapir-Whorf, cosa que ningún científico social de nuestros días hará si estima en algo su credibilidad.
No sólo eso, ¿alguien cree realmente y sinceramente que un aymara no es capaz de distinguir entre algo ocurrido ayer y algo acontecido hoy por el solo hecho de que utlice en ambos casos el mismo tiempo verbal? (esto último, además, es una patraña). Y ¿trasladar eso a entidades más abstractas como la habilidad para el progreso?¿hay ahí honestidad intelectual o pura aversión sublimada?¿cuanto de eso es una argumentación sincera y no una simple consigna?¿creerán los mismos midecráneos lo que dicen?
La próxima vez que a Ud. le hablen de que el indio es la causa del atraso de su país, tenga cuidado y sujétese el sombrero: su interlocutor podría estar intentando medirle el craneo, sabe Dios con qué propósito.
-- Martín Arocondori, Octubre de 2006
Notas:
[1] Es falso que el pasado y el presente formen un bloque pétreo en aymara. Una ligera lectura del capítulo VII del Compendio de Hardman, Yapita y Vásquez evidenciará que existen distintos tiempos de pretérito y formas de marcar el presente en curso con sufijos como -ask, así como la desambigüacion que produce el contexto y permite situar con precisión los acontecimientos en el tiempo.